Aquél exige reconocimiento: hizo por ellos esto o lo otro... pero no hay  tampoco don cosechado y provisión hecha. Tu don es circulación de uno a otro. Si no das más, nada diste. Me dirás: “ Fui meritorio ayer y conservo el beneficio”. Y contestaré: “ ¡No! Habrías muerto con ese mérito si hubieses muerto ayer, ciertamente; pero no has muerto ayer. Sólo cuenta en qué te  has transmutado a la hora de la muerte. Del generoso que ayer eras , extrajiste de ti este mezquino de hoy. El que muera será mezquindad.”

Eres raíz de un árbol que vive de ti. Estás ligado al árbol. Se ha tornado tu deber. Pero la raíz  dice: “ ¡ Demasiada savia expedí!” El árbol entonces muere. ¿Puede jactarse la raíz de merecer el reconocimiento del muerto?

Si el centinela se cansa de vigilar el horizonte y se duerme, la ciudad muere. No hay provisión de rondas ya cumplidas. No hay provisión de latidos reservados por tu corazón en algún lugar. Hasta tu granero no es provisión. Es escala. Y labras la tierra al mismo tiempo que la saqueas. Pero en todo te equivocas. Te imaginas descansar de la creación por el acopio de objetos creados en el museo. Apilas allí hasta a tu pueblo. Pero no hay objetos. Hay sentidos diversos de ese mismo objeto en distintas lenguas. No es la misma la piedra negra para el pescador, la cortesana o el mercader.  El diamante vale cuando lo extraes, cuando lo vendes, cuando lo das, cuando lo pierdes, cuando lo encuentras, cuando adorna una frente en una fiesta. Nada sé del diamante común. El diamante de todos los días no es más que guijarro vacío. Y bien lo saben las que lo tienen. Ellas lo encierran en el  más secreto cofre para que duerma. No lo sacan sino el día del cumpleaños del rey. Entonces se torna movimiento de orgullo. Ellas lo recibieron en la noche de la boda. Era movimiento de amor. Una vez fue milagro para quien rompió su ganga.

Las flores valen para los ojos. Pero las más hermosas son aquellas con las cuales florecí el mar para honrar a los muertos. Y nadie las contemplará nunca.

Aquel habla en nombre de su pasado. Me dice: “ Soy el que ...” Acepto pues honrarlo a condición  de que esté muerto. Pero , del único verdadero geómetra, mi amigo, nunca escuché que se vanagloriase de sus triángulos. Era servidor de triángulos y jardinero de un jardín de signos. Una noche en que le decía: “ Estás orgulloso de tu trabajo, diste mucho a los hombres...” Se calló primeramente, luego me contestó:

“No se trata de dar, desprecio a quien da o recibe. ¡ Como veneraría el insaciable apetito del príncipe que reivindica los presentes! Igual que los que se dejan devorar. La grandeza del príncipe niega la de ellos. Hay que elegir entre una u otra. Pero desprecio al príncipe que me rebaja. Yo soy de su casa y se debe a sí mismo mi engrandecimiento. Y si soy grande engrandezco a mi príncipe.

“ ¿Qué di a los hombres? Soy uno de ellos. Soy su parte de meditación sobre los triángulos. Los hombres a través de mi meditaron sobre los triángulos. A través de ellos cada día comí yo mi pan. Y bebí la leche de sus cabras, Y me calcé con cuero de sus bueyes.”

Yo doy a los hombres; pero recibo todo de los hombres. ¿En qué reside la precedencia de uno sobre el otro?  Si yo doy más, recibo más. Me hago de un imperio más noble. Bien lo ves con tus financistas más vulgares. No pueden vivir de sí mismos. Encomiendan a alguna cortesana su fortuna de esmeraldas. Ella reluce. Ellos están,  entonces, en ese resplandor. Helos ahí satisfechos de relucir tanto. Y sin embargo, son pobres: sólo pertenecen a una cortesana. Aquello otro ha dado todo al rey: “¿De quién eres?- Soy del rey” He aquí que verdaderamente resplandece.

 

 

Ciudadela,CXCVI

 

 

Indice