En el principio del Universo... éramos nosotros.

Antes de todos los principios, y cuando se haya apagado el eco del último final, somos nosotros.

Nosotros somos la razón del espacio, los constructores del tiempo. Somos “el puente hacia el infinito”...aprendiendo el AMOR.

 

Creemos a veces que ya no queda ni siquiera un dragón, un caballero andante, ni una sola princesa deslizándose por secretos bosques, encantando con su sonrisa a los venados y a las mariposas.

Creemos a veces que nuestra época, el tiempo en que vivimos, ha dejado atrás toda aventura. El destino está lejos, más allá del horizonte; las sombras refulgentes pasaron al galope tiempo ha, y han desaparecido.

Qué gusto equivocarse. Princesas, caballeros, hechizos y dragones, misterio y aventura... no sólo existen aquí-y-ahora: ¡Son todo lo que siempre vivió sobre la tierra!

En nuestro siglo han cambiado sus vestimentas, por supuesto. Los dragones hoy llevan ropajes de gobiernoy  trajes de fracaso, y equipos de desastre. Los demonios de la sociedad chirrían, y bajan en remolino hacia nosotros si apartamos del suelo la mirada, si osamos girar a la derecha en los recodos donde nos fue ordenado virar hacia la izquierda. Tan hábiles se han vuelto las apariencias que princesas y caballeros pueden esconderse las unas de los otros, y pueden esconderse de sí mismos.

Empero, los que dominan la realidad aún nos salen al encuentro de nuestros sueños, para decirnos que jamás perdimo el escucho necesario para enfrentarnos a dragones, que un voltaje de fuegos azulados ondula por nosotros ahora mismo, para cambiar el mundo tal y como queramos. La intuición nos susurra, veraz:” ¡No somos polvo, sino magia!”

 

Richard Bach (El puente hacia el infinito)

 

 

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